lunes, 18 de abril de 2011

El nonsense.

El nonsense. El sin sentido, lo extraño –o lo que nos resulta extraño-, lo que no entendemos, lo que no es lógico, el absurdo… esto es lo que nos indica este título…

Después de leerlo he pensado: “¿Y qué pasa si yo ahora afirmo rotundamente que los animales hablan?” Pues probablemente lo que ocurra es que esto se llenase de comentarios de que estoy loca o algo así… o simplemente que quienes lo leyesen ni siquiera comentasen nada, ¿para qué?, si es una tontería lo que pone… Pues resulta que yo he visto animales hablar, lo he visto en cuentos, en películas… Sin embargo, si esa pregunta en vez de un adulto la ve un niño, ¿cambiaría la situación? Probablemente sí. Para ellos todavía no hay una realidad establecida, una realidad que es así porque es así y punto.

De estos temas trata el artículo de Consuelo Armijo, de todo aquello que los adultos “sabemos” y los niños “habrán de aprender”… Y digo que “sabemos” (entre comillas) porque realmente lo CREEMOS. Nos hemos creído lo que nos han contado… Según hemos ido creciendo hemos ido cerrando nuestro campo de “visión”, hemos ido estableciendo tópicos, que nos hemos creído, hemos afianzado y hemos llegado a convertir en verdad única… Es esto lo que ocurre con el ejemplo del cielo que comenta la autora… ¿Quién se atrevería a pintar el cielo de un color que no sea el azul? Pues, casi con total seguridad, nadie que no sea un niño… ¿Y no es cierto que al atardecer el cielo toma colores anaranjados, rosáceos, rojos…? ¿Y justo antes del anochecer es casi violeta, morado…? ¿Y qué pasa de noche, no es negro el cielo? Tomo este ejemplo porque me parece que ilustra el hilo del artículo a la perfección… Sin embargo no es sólo el cielo… Ocurre igual con el mar, o con los árboles (siempre dibujamos frondosas copas verdes… ¿No puede estar sin hojas porque sea invierno? ¿O no puede ser un pino? ¿O no puede tener las hojas marrones?...).

Creo que esto no ocurre igual con los niños. Ellos son aún curiosos, vivaces, inquietos, quieren aprender, quieren saber por qué ocurren las cosas… A los tres años, aproximadamente, es la época del “¿Y por qué?”. Es una pena que eso se pierda según vamos creciendo. Cada vez nos importan menos las razones de todo lo que pasa a nuestro alrededor, no nos molestamos en profundizar en nada, nos volvemos tan “cómodos” que nos da igual llegar al fondo de las cosa… Y esto tiene el peligro de llegar a convertirnos en seres meramente superficiales, sin ninguna curiosidad.
Prueba de ello es la respuesta que suele dar un adulto ante el “por qué” de los pequeños… La conversación de pregunta-respuesta-pregunta-respuesta que he comentado antes…suele terminar hacia la tercera o cuarta pregunta con la siguiente respuesta por parte del adulto: “Porque es así y punto”.

Supongo que como futuros profesores de Educación Infantil, más nos valdría recuperar esa curiosidad, para fomentarla en nuestros alumnos, para no tener que recurrir a esa respuesta nunca, para hacer que nuestros alumnos mantengan sus mentes abiertas y sean capaces de darse cuenta de que las “verdades” de nuestro alrededor no son siempre tan verdad, o no son exactamente como las percibimos… Esto que debemos pretender para las futuras generaciones y es lo que persigue el nonsense: romper las ideas establecidas, atreverse a plantear una duda ante una verdad que, hasta ahora, ha sido absoluta…

Entonces… ¿Los animales hablan?

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