domingo, 3 de abril de 2011

Textos de Autor. Prosa.

En el segundo bloque hemos tratado los textos de autor. Como dijimos al principio, los textos de autor son aquellos que tienen un solo autor (toda la obra la escribe el mismo autor), ya sea conocido o desconocido (anónimo). Al ser un libro de un mismo autor, tiene continuidad no sólo en la historia que cuenta, sino también en el estilo (la forma de narrarlo).
Al ser estos textos de un autor concreto, tienen derechos de autor, por lo que no debemos cambiarlos ni de forma ni de estilo, sino mantenerlos tal y como los creo su autor. Además, ¿para qué cambiarlo? Si nuestro objetivo es adaptarlo a los intereses y motivaciones de los niños de nuestra clase, podemos hacer esa adaptación oralmente o, si queremos que lo puedan ver y leer, escribir nuestro propio cuento para los niños (e incluso con ellos).

En nuestro caso, estamos viendo textos de autor de Literatura Infantil, pero hemos de tener en cuenta que ésta no apareció como tal hasta el siglo XX.

Las principales razones por las que no se hacían cuentos para niños era que no sabían leer, así que: ¿para qué escribir para un público que no puede leer? No se pasaba por la cabeza hacer cuentos para que fuesen contados a los niños ya que, para eso, están los cuentos tradicionales…

Vamos a empezar con los textos de autor en PROSA:

En el siglo XVIII, se comienzan a adaptar algunos textos para niños.

Si bien es cierto que no había cuentos para el tramo de Educación Infantil, en el siglo XIX, destacamos a Julio Verne (1828-1905), escritor francés de novelas de aventuras dirigidas a un público juvenil. Es considerado uno de los padres de la ciencia ficción y es el segundo autor más traducido de la historia. Fue condecorado con la Legión de Honor por sus aportaciones al campo de la educación y de la ciencia. Algunas de sus obras más conocidas son: Cinco semanas en globo (1863), Viaje al centro de la Tierra (1864), De la Tierra a la Luna (1865), Los hijos del capitán Grant (1867), Veinte mil leguas de viaje submarino (1869) o La vuelta al mundo en 80 días (1873).

Ya entrando en el siglo XX, hagamos un recorrido general a lo largo del mismo:

Podemos empezar en los años 30 con los conocidos cuentos de Calleja. Saturnino Calleja era dueño de una editorial creada en el siglo XIX y tuvo la idea de fabricar, -al margen de los caros libros ilustrados por famosos dibujantes de la época-, pequeños cuentos de baja calidad y, por tanto, muy económicos, y venderlos en los kioskos. Estos cuentos eran de pequeño tamaño, en un primer momento fueron texos folklóricos, pero posteriormente contrataba escritores para inventar cortos cuyo protagonista era un niño que encarnaba un valor o un contravalor. Todos eran cuentos moralizantes, ambientados en la sociedad de la época, de estructura similar y personajes planos. El que fuesen personajes planos era algo típico del momento, sin embargo, no se daban cuenta de que la mejor forma de atraer que tiene un libro, es que el lector se identifique con algún personaje, con su historia, con sus sentimientos…y esto es prácticamente imposible de conseguir con personajes que carecen de psicología.



Saturnino Calleja realizó dos importantes novedades en el mundo editorial de la época: publicó grandes tiradas de los libros y cuentos (con muy pequeño margen de beneficio, con lo que abarató mucho los precios) e ilustró profusamente todos ellos con dibujos de los mejores artistas, logrando así unos cuentos atractivos y al alcance de los bolsillos de menor poder adquisitivo, acostumbrando a leer, con ello, a varias generaciones de niños.

Después de la Guerra Civil, aparecieron progresivamente distintas editoriales como Molino o Bruguera, que sacaban versiones económicas para las clases más bajas. Para que fuesen económicas, apenas tenían ilustraciones y las pocas que había eran en blanco y negro. Además el papel utilizado era de una calidad bastante mala.

Posteriormente apareció la editorial Araluce, que comenzó a utilizar tapas duras, un papel de mejor calidad e ilustraciones a color, pero esto subía mucho el precio de los libros.

Otro tipo de Literatura Infantil muy típica de estos momentos, era la literatura moralizante y evangelizadora editada por la Iglesia y centrada, sobre todo, en vidas o historias de niños de Santos.

En 1928 apareció una obra que cambió la Literatura Infantil que se había dado hasta entonces, ya que su personaje principal tenía psicología (no era plano): la obra fue Celia y sus amigos, de la autora Elena Fortún, más evolucionada en lo que a Literatura,-por lo menos Infantil-, se refiere.



Esta escritora crea el personaje de Celia, una niña de seis años, rubia, traviesa y de clase media-alta. Celia hacia cosas normales en los niños de su edad, y esto fue crucial para que los niños y, sobre todo las niñas, que leían estos libros se sintieran identificados con ella.

Además, Elena Fortún introdujo otra novedad: Celia fue creciendo, fue evolucionando a través de los sucesivos libros que esta autora escribió. Y, por lo tanto, esa identificación de las lectoras con Celia continuó al ir creciendo, unas y otra, juntas.

Posteriormente, y tras el éxito de Celia, Elena Fortún decidió crear una serie de libros, similar a la de Celia, pero con un protagonista masculino. Para ello creó a Cuchifritín, hermano de Celia, y personaje central de esta serie de libros dirigida a los chicos de la época.



Considero que la innovación que fue Celia para la Literatura Infantil tiene una enorme trascendencia, ya que da respuesta a la necesidad de identificación entre los niños y los personajes de sus libros. Además, parece intencionada esta identificación, ya que después de lanzar Celia, decide crear un personaje masculino para que también ellos puedan tener un “amigo” en la Literatura de la época.

Pasada ya la Guerra Civil (1936-1939), cobró una enorme importancia la radio en lo que a información y entretenimiento se refiere. Y para cubrir el entretenimiento infantil surgen unas series radiofónicas dirigidas a este público. Así, surgen series (y libros) como surgen series (y libros) como Matilde, Perico y Periquín o Antoñita la fantástica.




Tras la innovación que hemos dicho que supuso Celia, otros autores siguen el ejemplo de Elena Fortún, y pretenden acercarse a la realidad del niño. Esto es un paso importante para lograr la tan ansiada identificación niño-personaje. De este modo, dejan de ser personajes planos con 2 o 3 características, todas buenas o todas malas, que les definan. Así es como se acercan a la realidad, a la complejidad de toda persona, incluidos los niños. Tras este primer paso, se crean: Mari Pepa, que se trata de un cómic sobre una niña de Madrid con dos hermanos (más dirigida al público infantil femenino) o El Zorro o El Coyote, más bien dirigidas al público infantil masculino.




Como hemos visto, Elena Fortún y su personaje Celia crearon un precedente. Y un precedente de suma importancia para la Literatura Infantil y, sobre todo, para su público. Para que un libro nos guste resulta imprescindible que haya un reconocimiento. Sin embargo, esto no quiere decir que si no lo hay, si el niño no lee (o le leen) un cuento o ve una película donde no puede decir “ese niño es como yo”, no quiere decir que no le vaya a gustar, puede gustarle por otras cosas: que es divertida, que dicen alguna cosa que le haga gracia, que pueda desear que, por ejemplo, los animales hablen, porque le guste el vestido de la protagonista, porque vea que los personajes son muy guapos y quiera llegar a ser como ellos, etc… Pero esto no implica un reconocimiento, sino un deseo de llegar a ser. Así que, sin ninguna duda, preferirán aquel en el que aparezca un niño similar a ellos, que haga cosas normales con su familia, sus amigos, sus profes, sus compañeros…que hable, piense o sienta como ellos, que tenga amigos como los suyos… En definitiva, esta es la fórmula para el éxito en la literatura.

Dando un salto hasta casi los años 70, veremos aparecer las tarjetas de cuentos, cuyo fin era fomentar la lectura infantil.



Por último, a partir de los 90 se dedicó una gran atención a la Literatura Infantil. Se puede considerar a esta década como el “Boom de la Literatura Infantil”. El primer personaje dirigido a los niños es Babar, creado por el autor francés Jean de Brunhoff. Lo creó en los años 30, al final de su vida. Su hijo continuó con su obra a partir de 1946 y reeditó la serie de su padre para exportarla a todo el mundo.

1 comentario:

  1. Está muy bien. En realidad, la editorial Calleja surgió a finales del siglo XIX y hay que distinguir los cuentecitos baratos de las ediciones caras que son las que están ilustradas por grandes dibujantes de la época.

    No te olvides de escribir también sobre el resto de contenidos de este bloque: poesía, teatro y prosa posterior a los años 70; y los apuntes sobre cómo analizar un libro infantil.

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