En este cuarto bloque, como ya habréis leído, hemos tratado la literatura folklórica. De este tema, la verdad, lo único que sabía era que se transmitía de generación en generación y, generalmente, de forma oral y que venían siendo “los cuentos de toda la vida”: Caperucita Roja, Pulgarcito, La Bella y la Bestia… También es cierto que había oído hablar de Perrault, los Hermanos Grimm y Andersen y que los relacionaba con este tipo de cuentos, pero poco más… Por lo tanto, puedo decir que con este bloque he aprendido un montón de cosas. Pero me quedo con tres de ellas:
1. Lo primero es que me ha resultado súper curioso aprender que LOS CUENTOS FOLKLÓRICOS NO SON CUENTOS INFANTILES. Si te paras a leerlos, esto es cierto, y además tiene lógica que no sean para niños, -como hemos comprobado en las características, e, incluso, en la historia de los cuentos folklóricos-. Sin embargo, yo creo que si preguntamos por ahí, todo el mundo diría que “sí que son para niños porque son cuentos”, y no sólo porque sean cuentos, sino porque siempre se han contado a los niños sin preocuparse en absoluto.
2. Además, he aprendido que, al igual que cuando hablábamos de cuentos de autor, hablábamos de la necesidad de saber analizar los cuentos para saber si son adecuados o no; cuando hablamos de cuentos folklóricos hablamos de adaptarlos. Esto va muy unido a lo anterior… Vamos a ver: dijimos en la literatura de autor, que no se escribían cuentos para niños porque “total, no saben leer…”. Por lo que los cuentos que se tenían “más a mano” para entretener a los niños eran los folklóricos. Pero en el apartado anterior he escrito que “he aprendido que no son cuentos infantiles”… Entonces…¿Cómo arreglamos esto? Pues bien: en primer lugar, hoy en día sí que hay literatura infantil de autor, por lo que no es NECESARIO recurrir a los cuentos de tradición cultural para entretener a los niños; por otra parte, en algunos momentos nos puede servir para algo en concreto trabajar un determinado cuento folklórico, en este caso lo que haremos será “convertirlo en un cuento infantil”, es decir, adaptarlo. Para ello lo único que ha que hacer es respetar los motivos de los cuentos, sus personajes y el viaje iniciático que cuentan, (como expliqué más detenidamente en la entrada Cómo adaptar cuentos folklóricos), y “eliminar” o cambiar todo aquello que los niños no entiendan o que, simplemente, no sea adecuado que escuchen. Hay que tener en cuenta, además, que se puede adaptar de muchas formas diferentes, siguiendo distintos criterios: podemos adaptar un cuento a la edad de los niños o, no sólo a la edad, sino para que el cuento, además, sea moralizante, y así con tantos criterios como se nos ocurran.
Me parece, además, interesante que, además de que la profesora nos ha dicho que no son infantiles, que hay que adaptarlos y cómo se supone que se adaptan, hemos hecho una práctica. La profe nos contó el cuento de “Todo Tipo de Pieles” recogido por los Hnos. Grimm, y nos pidió que lo adaptásemos. La verdad que me costó un poquito, pero, al final, creo que lo he conseguido. Podéis ver el resultado en la entrada anterior… Creo que, actualmente, se siguen contando a los niños los cuentos folklóricos, en muchos casos, sin adaptarlos y, eso, puede hacerlo una madre que no tenga conocimientos de psicología infantil, del desarrollo de los niños, de pedagogía… pero nosotras, como futuras profesoras, no podemos olvidarnos de esa característica de los cuentos folklóricos o, sin olvidarnos, no responder a ella simplemente por pereza. A mí se me ha quedado grabado: cuento de autor = analizar; cuento folklórico = adaptar. Y además, lo llevaré a cabo.
3. Por último, y aunque no sea un contenido teórico, quiero agradecer a mi profesora que me haya contado el Mito de Cupido y Psique, un mito que no conocía y que me ha parecido maravilloso… ¡Me encanta! Así que, para seguir con la transmisión, aunque en este caso no sea oral, la colgaré en la próxima entrada porque, de verdad, que me parece un cuento digno de conocerse… ¡Precioso! Gracias Irune.
Perfecto.
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